No recuerdo la primera vez que te descubrí sentado a mi lado, cobijándome. Me proteges, ayudas a que me acerque con cautela a territorio poco familiar; supongo que a todos nos pasa lo mismo.
Pero eres gris y dentro de tu aburrido color tienes matices que me hacen escudarme y me paralizan. Por Ti he perdido cosas que prodrían haber sido mías: amigos, encuentros, errores y aprendizajes. Por mantenerte a mi lado he dejado de crecer.
Por susurrarme al oído que puedo perder el control, que el cambio es un enemigo extraño y que sería permanéntemente lastimada, carezco de amantes.
He pospuesto decisiones que dejaron pasar oportunidades que jamás regresarán.
Me acompañas en mi camino pausado y seguro a un acantilado del que difícilmente saldré.
Los que te han estudiado dicen que eres producto de mi infancia; de una serie de fracasos y de mi indefensión consistente.
Para Mí eres un pasillo obscuro, rodeado de brazos extendidos deteniéndome. Corredor interminable que habita en mi mente.
Y cuándo trato de alejarme de Ti, Ella aparece.
-¡Aléjate un tiempo miedo! Es turno de la ansiedad.
Ha venido a cobrarme factura por tantos años de inactividad en los que me aprisionaste.
Es una puta peligrosa, pero al menos me mueve y me hace sentir viva. A su lado he descubierto que mi temor mas grande es tenerte siempre a mi lado.