Tomé el arma del closet, me senté en el suelo. Él, que había sido mi mejor amigo, apoyó su hocico ensangrentado sobre mí. Sentí correr el frío líquido en mis piernas, lo acaricié, y de un solo tiro vengué a mi pequeño.
Sirvió para alimentar el fuego, no necesitaba que las mentiras siguieran creciendo a lo largo de mi vida. Ahora cada vez que veo las llamas, escucho las palabras de mi diario que salen de su interior.
Compré los binoculares en una tienda de caza, llevaba tiempo observando a mi Luis; me sonrió de nuevo. El amuleto resultó. Ahora todo dependía de mí; bueno, de mí y de matar un gallo cada tercer día.
Me gustaron mucho los tres, mmmm bien podrían salir buenos cuentos de cada párrafo, transmitieron lo que tenían que transmitir.